Dialoga con tu cuerpo, agradécele a cada parte, a cada célula, pregúntale por sus dolores, escucha las emociones que ha guardado por tí cuando no las pudiste procesar, escúchalo con amor y respeto, pídele perdón por las veces que lo has maltratado o no lo has cuidado adecuadamente. Abraza tu cuerpo y comprométete a cuidarlo y amarlo más. Porque sin él no estarías aquí.